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SENDEROS EN BORAU: Hasta el Aljibe de Grosín
SIERRA ANGELÉ- ESTUECHE – GROSÍN- PACO GROSÍN – BARRANCO SOLANIELLO – RÍO LUBIERRE – TORTÓN – BORAU
Esta ruta de largo recorrido comienza en la Sierra de Angelé, divisoria de aguas entre el río Lubierre y el Río Aragón, conduciéndonos fácilmente por una pista bien señalizada hasta la punta de Grosín. En dicho monte disfrutaremos de una agradable sorpresa, un aljibe oculto bajo una frondosa vegetación que nos hará transportarnos a épocas en las que en este pequeño Pico, un castillo jalonaba junto con el de Rapitán, las dos vertientes de aguas del río Aragón a su llegada a Jaca, además de una panorámica espectacular de nuestro Pirineo.
Desde la Villa de Borau, tomamos la carretera en dirección a Aratorés y al cruce de «Villajuanita», para detenernos en la rotonda de la Sierra de Angelé, muga fronteriza entre los dos pueblos. Podemos dejar nuestro vehículo junto al casetón, en el que veremos la señalización que nos indica Punta de Grosín y Borau.
El comienzo de la pista es nuestra referencia, que de manera ascendente en un principio se adentra hasta Beldorero, donde podremos ver unas antenas y enseguida todo el Valle del Aragón al fondo, el macizo de Collarada y tímidamente asomándose el majestuoso Midi D´Ossau. A unos dos kilómetros, encontraremos el primer cruce de pistas, en el cual encontraremos la señalización que nos indica Castiello de Jaca por la hermita de San Bartolomé o nuestra opción de continuar hasta Borau pasando por la Punta de Grosín.
Sin desviar nuestro camino, pero prestando atención a las maravillosas vistas que tenemos a nuestras espaldas detendremos la marcha para coger aire y disfrutar con el paisaje, Continuamos por la divisoria de Castiello y Borau pasando por el alto de Estueche, y tras unos 6,7 kilómetros llegaremos al Collado de Grosín donde veremos una señalización que nos indica Grosín y otra que nos envía hacia Borau por el camino de Tortón.
Para ascender hasta la Punta de Grosín, continuamos la pista sobre la que venimos andando y a unos escasos 50 metros nos encontraremos con una serie de mojones y balizas de pintura, que en un claro sendero ascendente nos conducirán hasta la cumbre de Grosín.
Una vez allí, podremos detenernos y dejar nuestras mochilas junto al punto geodésico y entretenernos con el paisaje maravilloso que tenemos en los 360º que nos rodean. Es el momento de descubrir los restos que se ocultan bajo la vegetación, y a visión de lo que pudo ser el recinto exterior del un antiguo castilo. Estaba formado por un amurallamiento de planta rectangular de unos treinta metros de lado, en un lado se alzaba una torre cuadrada de la que sólo nos queda la base, sin sobresalir en planta. Dentro del recinto había dos aljibes, uno circular y otro rectangular cubierto por bóveda de medio cañón, este es el elemento más atractivo del conjunto y uno de los más espectaculares de este tipo en el Alto Aragón; posee unas dimensiones aproximadas a los tres por cinco metros de lado por tres de altura en su cota máxima, tiene tres bocas de llenado laterales y abertura en la bóveda, y conserva la puerta de ingreso y gradas para bajar al fondo; todo su aparejo es de sillería. El antiguo castillo, protegía una aldea cuya mención más antigua remonta a los primeros tiempos del condado de los Aragoneses (867), y en 964 figuraba el señor Ferriz de Grosín. En 1288 pertenecía el castillo a Pedro Cornel, y el lugar estaba aún habitado en 1531. Los arrasados restos permiten aún reconocer el recinto exterior, de planta asimilable a un cuadrado de unos 30 metros de lado, con la base de una torre de igual forma en un ángulo, sin sobresalir en planta, más de dos cisternas, una circular y otra, bien conservada, en forma de nave excavada bajo la bóveda de medio cañón.
Para continuar nuestra ruta, cogeremos de nuevo el mismo camino por el que hemos ascendido hasta llegar al collado que nos señaliza Borau, Una vez aquí, comenzamos nuestro descenso por una amplia pista pero que apenas 50 metros más adelante abandonaremos para optar por una antigua trocha de madera, que nos regalará otra refrescante sorpresa. El camino es amplio, fácil de distinguir, y al pasar por todo el «paco» (como aquí se conoce a las humbrías de los montes) también es fresco verde. Pinos y avellanos se van turnando en presencia para adornar un bosque que en ocasiones crea verdaderos túneles con agradables sombras para el senderista. No es extraño que nos acordemos del uso de estas antiguas trochas de madera, donde poco a poco se realizaba la extracción de los troncos ya desmochados con ayuda de la fuerza del hombre, del mulo y la necesidad.
Continuamos por la trocha hasta un punto que bien señalizado nos hace adentrarnos por un sendero más irregular (sobre la cota 1115 metros), que continuaremos hasta llegar a las proximidades del barranco de Solaniello, ya a la altura de la pista de Tortón que nos conducirá fácilmente hasta la Villa de Borau. Hay que recordar, que quizás, dependiendo de la cantidad de agua que baje del río Lubierre, nos tendremos que aventurear para cruzar las aguas, cosa que hace de la actividad sea más atractiva todavía.